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Laura Panzano/ El prado

La familia es algo inherente al ser humano y, por tanto, tiene impacto en nosotros, en nuestra manera de enfrentarnos al mundo y en nuestra manera de entender la vida, siempre. Sí, como has leído, SIEMPRE. La familia es algo que nos influye. Ya sea de manera positiva porque hemos tenido la suerte de criarnos en un entorno funcional, o de manera negativa porque nuestra familia no ha sido la más adecuada, siendo una familia disfuncional o una familia tóxica. O en otros casos, porque directamente no hemos tenido familia. El ser humano es inmaduro cuando nace. Y es precisamente esa característica la que nos permite crecer y evolucionar, pero también es la que nos hace muy vulnerables los primeros años de vida. El inicio de nuestra vida depende, prácticamente en su totalidad, de las figuras que nos cuidan, que son nuestras figuras de apego. Por ello es importante que nos desarrollemos en un entorno que represente un “lugar seguro”. Los cuidados, la atención, el cariño, la protección… son los que permiten que el niño crezca de una forma sana y se convierta en una persona funcional. Pero ¿Qué pasa si las personas que tienen que cuidarnos no lo hacen o si el ambiente familiar en el que crecemos no es seguro? 

¿Cómo saber si tengo una familia tóxica?

Las familias tóxicas son familias disfuncionales donde los miembros no se encuentran seguros. Es decir, el hecho de haber crecido en ellas, o tener que permanecer cerca una vez la persona se ha hecho adulta, perjudica gravemente la estabilidad emocional y bienestar de la persona. Es difícil definir cómo es una familia tóxica, porque los problemas familiares pueden venir de muchas fuentes dentro de la misma familia. Como decía León Tolstoi en su famosa frase: «Todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera “

¿Qué hacer cuando tu familia es tóxica?

Muchas veces nos encontramos en terapia personas que llevan años lidiando con sus problemas familiares y que todavía están pagando las consecuencias de haber nacido y crecido en un hogar tóxico. Este tipo de paciente, aunque es consciente de la toxicidad de su entorno, tiene dificultades en el presente. En otras ocasiones, nos encontramos pacientes que están tan sumidos en la toxicidad familiar que han llegado a normalizarla y la consideran normal.

Vengamos del tipo de familia que vengamos, es muy importante saber que lo más importante es la estabilidad de la salud mental individual de la persona y su felicidad. A veces esta estabilidad se puede conseguir de la mano de la familia, estableciendo una serie de cambios, pero, a veces, la única solución es poner límites y alejarnos.

Si crees que tienes una familia tóxica que es, o ha sido, una fuente de sufrimiento en la actualidad piensa qué puedes hacer para mejorar tu relación para con ellos. Y, en el caso de que no puedas solo, pide ayuda profesional.

Cuando tu familia política es tóxica

¿Y qué hacer cuando tu familia política es tóxica? Otra de las situaciones posibles que nos podemos encontrar es que la familia de nuestra pareja no nos haga sentir bien o no nos trate de la manera más adecuada. En estos casos es muy importante la comunicación con nuestra pareja. Tenemos que hacerle saber cómo nos sentimos y qué necesitamos. También será muy importante que sintamos que nuestra pareja nos entiende y nos da prioridad respecto a su familia extensa poniéndoles límites. Si no sentimos que sea así, o sentimos que nuestra pareja los antepone a ellos, puede que esta situación vaya empeorando en el tiempo y vaya desgastando la pareja poco a poco.

Cuando nos unimos en pareja, el objetivo es formar un nuevo núcleo familiar. Este núcleo es, habitualmente, una negociación de las costumbres, proyectos y normas de los dos miembros y es importante que estén de acuerdo. Es importante que los límites de este nuevo núcleo estén claros y que den prioridad a los miembros de la nueva familia frente a la extensa.

Cómo alejarte de un familiar tóxico

Muchas veces este punto nos resulta muy difícil. Si este familiar tóxico es “relativamente lejano” podemos optar por relacionarnos con él lo menos posible. Reducir nuestros contactos a los imprescindibles: celebraciones, navidad… etc.

El problema viene cuando este familiar tóxico es cercano: una madre tóxica, un padre tóxico, un hermano… Normalmente, para más complicación, estas relaciones son muy ambivalentes: “Si me alejo me siento mejor, pero me siento muy culpable”. En estos casos es importante darnos prioridad a nosotros mismos. Saber qué nos da bienestar a largo plazo y entender que en las relaciones familiares se entrelazan un montón de emociones, a veces contradictorias, y que llevan con nosotros desde que somos niños, por lo que también entra en juego el instinto de supervivencia. Los patrones de apego y de relación que hemos establecidos de niños con nuestros padres son una “plantilla” que tendemos a repetir, incluso aunque nos hagan daño. Por eso a veces nos sorprendemos actuando de la misma manera que cuando éramos pequeños. En muchos casos el cambio de estos tipos de relación, y el alejarnos de estos familiares tóxicos, requiere de ayuda terapéutica, precisamente por el coctel de emociones que se forma: miedo, tristeza, rabia, culpa… y que es difícil de manejar